Sigmund Freud y Carl Gustav Jung discuten sobre los alcances, los límites y las implicancias del psicoanálisis. ¿Qué? ¿Freud y Jung en una película?
Hay que tener la autoestima muy sólida para creer que esto se puede filmar, que esta relación entre dos de las mayores inteligencias del siglo XX pueda ponerse en pantalla. David Cronen-berg la tiene. O quizás tiene el sentido del humor para saber que dentro de este proyecto delirante caben algunas de las obsesiones de su cine. Quien ha tenido la bravura para meterse en los más desquiciados intercambios entre el cuerpo y la mente, ¿por qué no podría atreverse con los dos grandes exploradores de la psiquis?
El relato se inicia en agosto de 1904, cuando la rusa Sabina Spielrein (Keira Knightley) llega hasta la Clínica Burghölzli, en Suiza, para ser tratada por el doctor Jung (Michael Fassbender). Spielrein sufre de histeria -tal como la diagnosticó Freud- derivada por el maltrato de un padre abusador, pero es una mujer sensual e inteligente, que tiene el propósito de convertirse también en psicoanalista.
Jung, cuya esposa (Sarah Gadon) espera un hijo, visita a Freud (Viggo Mortensen) en Viena y comienza a discutir el caso de Spielrein. La conversación se convierte sutilmente en un enfrentamiento. Jung se revela frágil en sus emociones, aunque sólido frente a la inteligencia de su maestro. Freud mantiene una frialdad doctoral, pero las grietas de sus propias debilidades emergen una y otra vez entre sus constantes puros.
Jung comete la aporía prohibida del psicoanálisis -enredarse con su paciente- y esto define toda la segunda mitad de la película: la relación de los analistas Jung y Freud, intervenida por la realidad carnal y psíquica de Spielrein.
Esta es, por lejos, la película más hablada de toda la filmografía de Cronenberg. Casi podría pensarse en una obra teatral, con escenas que se suceden en interiores mientras los personajes verbalizan sus ideas. Y sin embargo es cine puro, donde todo el lenguaje se juega en el punto de vista, la posición de la cámara, la alternancia del montaje. Como es su marca de estilo, Cronenberg está siempre alerta para captar las pequeñas inflexiones del gesto, el movimiento nervioso que revela una duda, la mueca que delata una fisura, la equivocación expresiva que transforma una idea en un acto inconsumado.
En cierto modo, Un método peligroso es en sí mismo un ejercicio de psicoanálisis, aunque al mismo tiempo demuestra que el cine comienza donde termina esa técnica de exploración y terapia. Es una sabia ironía que el "método peligroso" sea nada más y nada menos que el psicoanálisis ("la peste", dice Freud cuando llegan a Estados Unidos), aunque la película sugiere que hay algo más peligroso: el cine.
A dangerous method. Dirección: David Cronenberg. Con: Michael Fassbender, Keira Knightley, Viggo Mortensen, Vincent Cassel, Sarah Gadon. 99 minutos.