El título de esta película adelanta algo de sus ambiciones. El lenguaje del tiempo, en cuanto a creación artística se refiere, es la música y es también el cine. Esculpir en el tiempo se llama el libro más famoso del gran cineasta ruso Andrei Tarkovski, al que esta cinta de Sebastián Araya parece tributar en varios de sus pasajes.
Araya dirigió sólo un largometraje antes, Azul y blanco (2004), una historia situada entre las barras bravas del fútbol chileno, un material que, sin ser catastrófico, no lo ubicaría en la zona de preocupaciones de Tarkovski.
El lenguaje del tiempo está en las antípodas de Azul y blanco.
Aquí no se trata de fenómenos sociales, sino de sucesos íntimos, tan íntimos que sólo operan en la conciencia de los personajes. Tampoco se trata de masas, sino de dos personas que pasan casi todo el tiempo en un mismo cuarto, y de otras dos que aparecen para puntuar los tormentos de los protagonistas.
"El hombre" (Elvis Fuentes) permanece en un estar casi vacío frente a un hervidor de agua y varias tazas y ceniceros. De pronto "la mujer" (Tamara Acosta) toca la puerta. Se desconocen, se reconocen, se hacen preguntas imposibles de responder y recuerdan sucesos diferentes. Ella dice haberse ido y haber muerto "reventada" por un camión, mientras un "niño idiota" la miraba con una pelota. Ese niño sería Dios, cruel, perverso e idiota. Más tarde se revelará que cierta noche tuvieron una disputa, ella dejó la casa y él sólo la vio alejarse.
Muchas escenas se repiten con pequeñas variaciones; otras tantas son sueños -más bien pesadillas- que no parecen tales; la cronología no es clara, porque los personajes la están negando continuamente. Y a pesar de eso, El lenguaje del tiempo progresa lentamente en tensión y misterio.
Y entonces, ¿de qué trata realmente? En principio, de una pérdida, una separación que afecta a una pareja que alguna vez se amó. Pero esta no es una motivación tan poderosa como para requerir de una película tan surrealista y deletérea. Lo que está en el centro, más bien, es la ira, el odio que ha llevado a estos amantes a desearse el mal y que los mueve a contar una historia confusa, donde importan más las resonancias que los hechos.
Por el momento, no es posible saber si la incursión popular de Azul y blanco está más cerca del corazón de Araya que el hermetismo de El lenguaje del tiempo. Hay razones para sospechar de la sinceridad de esta última, pero mientras tanto es una película con imágenes espléndidas, un agudo sentido del espacio y una idea que, aun borrosa, tiene potencia.
El lenguaje del tiempo
Dirección: Sebastián Araya.
Con: Tamara Acosta, Elvis Fuentes, Rodrigo Soto, María Jesús Fuentes. 87 minutos.