El Canal de Panamá es un logro de la ingeniería que aún hoy asombra, en momentos en que se apronta a cumplir un siglo. Se basa en el principio de los vasos comunicantes, y no tiene más ciencia que eso. Lo notable radica en el tamaño de la obra y la precisión con que funciona. En este momento se lo está ampliando para permitir el paso de naves de mayor tamaño. Para Chile es una ruta muy importante para su comercio con mayor valor agregado. De aquí que las tarifas que se cobran por su uso constituyan un costo relevante para nuestra actividad económica. Y ellas no son baratas. Tampoco fomentan la productividad, la competitividad ni las economías de escala. Ellas son, en gran medida, un sistema de transferencias a beneficio del fisco panameño. Y de aquí se deriva una cultura de las transferencias que caracteriza a aquella nación: los trabajadores dependientes están amparados por una extensa red de subsidios, y los poderosos se benefician de numerosos monopolios. A pesar de todo, están viviendo un momento económico espectable. La ampliación del Canal constituye una inversión gigantesca; también se construye la línea 1 del Metro, otra obra de gran envergadura. Además, las clasificadoras de riesgo internacionales han ubicado a Panamá en Grado de Inversión, lo que se ha traducido en el ingreso de cuantiosos capitales, con el consiguiente impacto en el rubro de la construcción. La suma de todo esto parece sobrepasar la capacidad panameña para absorber estos flujos, al punto de que la inflación es una preocupación importante en la actualidad. Sin embargo, su población no manifiesta mayor interés en aprovechar esta favorable coyuntura para lograr calificaciones y especializaciones que le abran nuevos horizontes. De aquí que la idea de llevar gente capacitada desde otros países es un tema recurrente. La construcción del Canal, hace un siglo, generó una inmigración numerosa, que tuvo un impacto considerable en la configuración del pueblo panameño. La bonanza actual puede generar otro aporte demográfico externo, con la diferencia que éste sería mucho más calificado. La ubicación geoestratégica del istmo hace confluir a las rutas comerciales y a la población para operarlo. Entretanto, Panamá ha logrado una posición gravitante en el concierto centroamericano y del Caribe, y sus líneas aéreas cubren ampliamente las rutas hacia las Américas. Para Chile no es indiferente lo que ocurra con Panamá, su Canal y sus tarifas. Deberíamos tener una clara posición como país.