La electricidad ha sido un foco de polémica. Todos aceptan la necesidad del abastecimiento eléctrico que respalde las necesidades crecientes. El problema ha radicado en la localización de las centrales y en las fuentes de energía.
En el Biobío, las negociaciones permitieron sólo dos de seis proyectos. Más tarde, la interrupción del gas argentino trajo la incertidumbre sobre el abastecimiento. Ahora, con el proyecto en los ríos Pascua y Baker, el conflicto llegó al máximo. Entretanto, tomó fuerza también el debate en torno a las fuentes de energía, introduciendo nuevas demoras. La decisión presidencial de desautorizar el proyecto Barrancones constituyó la primera intervención política abierta. Hasta entonces, las autoridades habían eludido la polémica, escudadas en las instancias técnicas. Frei se jugó por el gas argentino, Lagos por el gas natural licuado y Bachelet por las energías no convencionales. Ninguna de ellas ha constituido remedio para aminorar la incertidumbre.
Piñera ha postulado la carretera eléctrica, anticipándose al fuerte debate que se viene en relación con la transmisión. Pero nada se ha avanzado en definir pautas para la localización de nuevas centrales térmicas e hidroeléctricas que, quiérase o no, seguirán siendo las fuentes fundamentales de la energía.
Las costas de Coquimbo y de Atacama están expuestas a numerosos proyectos que amenazan liquidar aquel litoral, antes de que los chilenos tengamos conciencia de su hermosura, como ocurrió con Huasco. Otro tanto ocurre con los ríos del sur, cuyas aguas están solicitadas desde la época de la Endesa estatal. La polémica por HidroAysén y algunas térmicas ha concentrado la atención del público, mientras se han continuado materializando muchas otras centrales, que se han construido en medio del más completo desconocimiento.
Frente a las recurrentes sequías y a los conflictos petroleros, es indispensable asegurar el abastecimiento eléctrico futuro. Para ello se deberían establecer lugares en cada región, conocidos de todos, donde se puedan instalar centrales térmicas. También definir cómo y dónde se puede generar en cada río, de modo que cada nuevo proyecto no sea fuente de conflicto. En cuanto a transmisión, sería interesante saber si alguna universidad estatal ha recibido el encargo urgente de desarrollar una tecnología para la conducción submarina, antes de que nuestra larga y angosta faja quede bajo una frazada de cables de alta tensión, cosa que ya se vislumbra.